viernes, 1 de octubre de 2010

Overworld

Capítulo 1: El señor de las tinieblas y el zorro

En la Cueva de Escandra, ubicada bien al fondo del Precipicio Perspicaz, moraba un mago. Era un mago negro. Controlaba vivamente el elemento oscuro, a pesar de tener también sólidos conocimientos en magia ígnea y gélida. Se había refugiado en aquella cueva por voluntad propia, pues tenía recelos de la humanidad. Decidió vivir como ermitaño y así aprender de la naturaleza vívida y cálida, a diferencia de su ex-gente. Vivió allí por cuarenta años, y ya había alcanzado una fuerte armonía con la naturaleza. El río fluía de cierta manera si él se lo pedía, los árboles se apresuraban en crear frutos si él los necesitaba. Ninguno por obligación, todos lo hacían por su conexión. Pero el mago nunca hubiera predicho lo que sucedería en su cumpleaños ciento sesenta y dos, el mismo día del aniversario de su aislamiento.

Un día, el mago estaba arrancando las raíces de un árbol, cuando oyó de pronto el sonido de alguna criatura impactándose en el suelo. Se giró y vio a un zorro, era joven, tenía una piel magistral. El mago estaba impactado, no sólo porque ningún ser había podido llegar a aquella zona tan baja del precipicio, si no porque hacía tiempo que no veía a alguno. El zorro parecía herido.

Seguramente el muy listo cayó de un barranco. Pensaba el mago, suspirando. No sabía qué hacer. Sentía y la naturaleza le decía que debía de ayudarlo. Lo llevó a su cueva, y mientras lo tenía tendido en una cama hecha de hojas y ramas, preparaba una pomada. Luego de diez días de reposo, el joven zorro se despertó. Aturdido, se sentaba en, y con, la ayuda del follaje y miró por cada rincón de la cueva desde la posición en que se encontraba; parecía vacía. Un poco temeroso, decidió recostarse y esperar a que alguien -o algo- apareciera; luego vería qué hacer. Pasaron tres horas y no podía reconciliar el sueño, y cuando estaba a punto de levantarse alguien apareció desde la entrada. Era el mago quien, aún más impactado que el joven zorro, dejó caer al suelo las ramas y frutos que traía consigo.

–¿Q-quién eres?– preguntó el zorro, sin poder evitar mostrar su miedo.

–Soy quien te rescató y sanó...– contestó el viejo, quien no pudo evitar mostrar su temor.

–Eh...– el zorro estaba aturdido, no por sus heridas, si no más bien por la situación. Ningún humano lo había tratado así.

–Hmm... Permíteme presentarme como es debido. Mi nombre es Sombra, soy un ermitaño y mago, y este aposento que ves es mi hogar.– contestaba el ermitaño, mientras se sentaba en una silla y jugaba con una manzana.

–Soy un zorro y me caí por accidente.– decía el zorro con simpleza.

–Ya veo, ya veo.– reiteraba el ermitaño.– Veo que de verdad es un idiota.

–Sí que me di una buena tumbada.

–Sí. Estabas todo molido.– reía el viejo. Hacía tiempo que no conversaba. Le era agradable volver a hacerlo, aunque fuera con un zorro.– Discúlpame la imprudencia, zorro, ¿Pero cómo sabes hablar mi lengua?

–Siempre me he podido comunicar con humanos, y con cualquier especie. No es que esté justamente hablando tu lengua, si no más bien tú me oyes como si así lo fuese.

–Ya veo, ya veo.

Era un gran hallazgo el que había encontrado, ¡Un zorro parlanchín!, y al parecer ya se había relacionado con otros humanos. El mago fue a conectarse con la naturaleza en la cascada adjunta a su cueva, mientras el zorro lo veía desde su cama hecha de hojas y ramas.

–¿Qué hace, viejo?– le preguntaba curioso el zorro.

–Medito. Espérame un poco, zorro, deja que termine.

–¡Ah! Qué aburrimiento.– se quejaba el zorro, pero no podía dejar de verlo.– ¡Vamos, dímelo!

–¡Ah, que hinchas! Ya te lo dije, medito. Me conecto con la naturaleza y así perfecciono mi espiritualidad.

–Al parecer, viejo, usted es un excéntrico. Vive sólo en una cueva y no hace nada más que recolectar ramas y meditar. No había visto ningún humano haciendo tal cosa.– reía el joven zorro.– Al parecer, no vive nadie cerca. ¿Para qué quiere perfeccionar su espiritualidad si no tiene a quien presumirla? Además, dijo que era un mago...

–El propósito de la espiritualidad no es presumirla, es más, el querer hacerlo la dañaría. Dije que era un mago, ¿Y qué?

–¿No tenían relación, da?

–Que un zorro hable ya es cosa, ¿Pero además sabes acerca de la magia?

–Algo me han contado los hombres, viejo. Se ve... interesante. ¿Me enseñarías?

El viejo no supo qué responder. De antemano sabía que los zorros eran astutos, e imaginaba las pillerías que podría hacer si aprendiese magia, pero por otra parte, el hecho de que el joven zorro pudiera hablar podría tener relación con la magia. El zorro era especial, y el viejo ermitaño podía sentir una gran cantidad de energía fluyendo dentro de él. La naturaleza le decía y él mismo pensaba que debía aceptar la petición.

–Está bien. ¿Sabes? Te falta un nombre. A partir de ahora te llamarás Neo Vidus, por la nueva vida que tendrás.

Neo comenzó a reír. –Viejo, usted no sabe elegir nombres.

Así, el joven zorro comenzó a aprender magia. Su entrenamiento fue duro. Tenía que meditar en las frías aguas de la cascada en las mañanas y en las noches, mientras que en las tardes tenía que meditar en los bosques sintiendo el pesar del hambre. En el mes siguiente siguió con su rutina matutina-nocturna, mientras que en las tardes tuvo que correr con una roca sobre su espalda por tres zonas conectadas por unos troncos. Y así, en cada mes el viejo ermitaño cambiaba la rutina de entrenamiento, hasta que comenzó a cambiarla por tres semanas, luego por dos, luego por una, y luego por días. Hasta que Neo tenía que emprender cada día una tarea diferente. Los años continuaron pasando, mas un día el ermitaño trajo consigo al zorro hacia la parte más elevada del precipicio. Allí, tendidos, sentían la brisa soplando y sutilmente despellejando los árboles, como también agitando el turbio río a kilómetros de distancia bajo sus pies, y en cuanto observaban el poniente, el viejo dijo:

–Han pasado ya quince años, Neo. No has envejecido nada, qué afortunado.– bromeó.

–No diga eso, maestro Sombra. Usted me ha enseñado por muchos años y nunca le he visto envejecer.

El viejo miraba al poniente con esternón.

–Sí, y me hubiera gustado enseñarte muchos más. ¿Pero sabes? Estoy muy viejo. Ya he vivido más de ciento diez años, es mucho. No creo llegar a más.

–No diga eso, viejo. Usted me ha enseñado sobre magia oscura, magia gélida, hasta me enseñó a transformarme en un ser humano. No puede abandonarme tan pronto. Siempre quise llevarlo conmigo a ver el mundo. Aún no puedo creer todo el tiempo que estuvo aislado, sería una catástrofe si no ve algo diferente.

–Neo, sé lo que sientes, pero entiende que es el camino que yo escogí. No me arrepiento de nada, quizás sólo de no haber podido enseñarte más.

–No, viejo, usted me ha enseñado bastante. Si cree que le resta poco tiempo, ¿Por qué no recorremos las tierras de arriba? Quizás se asombre de cuánto ha cambiado todo.

–No, Neo, no. Escogí vivir aislado porque sé exactamente cómo es la vida de arriba. No creo que los hombres y mujeres hayan cambiado su forma de ser conflictiva en tan poco tiempo. Si muero, deseo que sea aquí, con la tierra y seres que amo.

–Hmm. En mi caso, me gustaría saber cómo es la vida de arriba. Usted sabe, vivirla. No sólo quiero ver estas tierras, si no que las de más allá del océano. Verlo todo.– decía el joven zorro con devoción en su mirar.

–No puedo obligarte a elegir un camino que no quieres, Neo, pero sí advertirte. Ten cuidado, los humanos son traicioneros.

–No generalice, viejo. Usted no lo es, y no creo que todos lo sean, ni siquiera la mayoría.– contestaba Neo, mientras pensaba acerca de la dura vida que debió de haber tenido su maestro.

Y así, en tres años más, el viejo Sombra murió. Como se le fue pedido, Vidus enterró al ermitaño en el árbol cuyas raíces arrancaba cuando se encontraron. Tres días después, Neo escaló el precipicio y vio un mundo nuevo. Había un bosque inmenso que resplandecía con el alba. Emocionado, decidió marchar hacia el futuro.

Había decidido conservar su nombre. Como cambió de vida al encontrarse con el viejo, también la mudó cuando se despidieron. Al día siguiente se encontró con un poblado alojado a las orillas del mar. Se llamaba Azura, Villa Azura, y la gente pescaba y andaba por doquier. Fatigado, el joven zorro zigzagueó por el pueblo, tambaleándose sin cesar. No había probado bocado alguno desde que se marchó del Precipicio Perspicaz. La gente no parecía notarlo, pues caminaban sin hesitar y el zorro, notando a, y afligido por, lo sucedido, fue hacia un callejón y se transformó en un humano semejante a los que veía, y robó la ropa tendida entre los dos edificios que formaban el callejón. El siguiente movimiento del joven zorro fue ir a un restaurante, donde probó por fin un bocado que le pareció semejante al néctar divino. Lo pagó con el dinero que el viejo Sombra aún conservaba. Allí, oyó a unos hombres conversar:

–¡Te lo garantizo, lo vi con mis propios ojos! El muy pillo volvió a entrar a mi ferretería con su espantosa apariencia, y usurpó nuevamente mis herramientas.– rugía un hombre robusto, usando una camisa a rayas y una gorra roja que decía “Reparador”.

–No te creo. El cyborg es solamente un mito.– reía un hombre vestido con terno, mientras Neo los escuchaba de espaldas bebiendo café.

–¡Es verdad! Explica entonces por qué mis herramientas desaparecieron.

–Yo qué voy a saber. Quizás un zorro ladrón te las robó.

Neo no pudo evitar escupir el café. Secando cuidadosamente su boca, comenzó a observarlos detenidamente, en cuanto comenzaba a reaparecer su cola.

–¿Un zorro ladrón? ¿Desde cuándo un zorro tiene engranajes y metal resplandeciente cubriendo la mitad de su cara, pecho y piernas?– Neo comenzó a interesarse por el individuo descrito. Comenzaron a reaparecer bigotes en su cara.

–Debiste estar alucinando, te lo garantizo. Los zorros son pillos. Ayer uno me robó mis calcetines y se comió mi desayuno.– Le comenzaron a aparecer orejas.

Los dos hombres se percataron de que eran observados, y comenzaron a intrusear por los cuatros puntos cardinales. En tanto, el cuerpo de Neo volvió a ser el de un zorro, su carita llena de migajas.

–¡Ajá! Te lo dije. En villa Azura hay una plaga de zorros.– exclamaba orgullosamente de si mismo el hombre de terno.– ¡Oiga, garzón, hay un zorro hurtando comida!

Todo el mundo comenzó a gritar, asustados por la criatura que arruinaba sus almuerzos tan sólo por su presencia. Entremedio del caos producido, el garzón sacó una escoba y comenzó a perseguir al joven zorro quien terminó por huir de local. Se dirigió hacia una colina cercana al restaurante.

–Veo que no soy muy bienvenido en este pueblo.– jadeaba para sus adentros.

Arriba, entre las ramas del árbol en que se afirmaba, oyó una estruendosa carcajada. Se volteó y presenció algo que no podía creer. Era un hombre, pero la mitad de su cara la cubrían placas metálicas con engranajes y tuercas, su pecho era de un metal pulcro y sus piernas y brazo izquierdo estaban metalizados.

–¡Vaya lío que montaste, hermano! Lo vi de principio a fin. Tenías que ver tu cara.– comentaba el hombre, riendo entredientes.

Neo estaba aturdido, no sólo por estar viendo un cyborg, sino que por la ligereza con que se está tomando el asunto.

–¿No estás sorprendido luego de verme transformarme en un zorro?

El cyborg lo miró detenidamente, luego se echó a reír.

–¡Hermano, si nos comparamos yo soy el más raro aquí!– decía con una sonrisa, que a Neo le pareció ligeramente tosca.

–Oí por parte de unos hombres, que eras un ladrón. ¿Es cierto eso, extraño hermano?

–No, no, no. Sí he hurtado tuercas y todo eso, pero ha sido para sobrevivir.
–Ya veo...

–¡Pero tú, hermano, no sólo armaste escándalo, si no que además por tu culpa vetarán el local por sentado!

–¿Por qué me llamas “hermano”?

–Je je, es bueno que lo preguntes. Soy Silverleen, ¿Qué te parece convertirte en mi hermano menor?

–¡¿Qué?!

Y así es como mi vida se entrecruzó con Silverleen, el cyborg ladrón...

miércoles, 4 de agosto de 2010

Team Rocket Chronicles

Capítulo I:

Un camión pasaba por la tranquila, pero no por ello poco activa, ciudad Plateada. Tenía una insignia que lo identificaba como un camión de correo, e iba dirigida hacia el Monte Luna. Era una noche, irónicamente, de luna llena y se podía percibir las nubes que, con ayuda del cielo y la luz que reflejaba en ellos la ya muy nombrada luna, pintaban el cielo de un color púrpura grisáceo, mientras que el hombre que conducía el camión lo hacía sin mayor temor que el que la misión fracasase y que tanto él como sus compañeros sean presos.
Al llegar al dichoso Monte Luna, el hombre se bajó del camión y miró para los cuatro puntos cardinales, e intranquilo pero confiado, abrió la compuerta trasera del vehículo. Mientras los hombres se bajaban del camión y se ponían en cuatro filas, el conductor se quitaba su camisa de científico y se ponía una chaqueta negra, con una insignia en forma de R, que se partía al abrirse la prenda. El hombre se apoyó de la parte trasera del camión y miró a los demás que estaban frente a él, expectantes. El conductor, luego de encender un cigarrillo sin metérselo a la boca, se dignó a hablar:

-Espero que estén listos, puesto a que ésta es una misión importante. Muchos de ustedes desconocen qué hacen aquí, pero tranquilos que es muy simple.- Al terminar estas palabras empezó a fumar el cigarrillo y, luego de impregnar el aire con el humo que soplaba desde su boca, volvió a hablar.- Nuestra organización, la pandilla Rocket, posee un laboratorio en nuestra base de ciudad Azulona, y nuestros científicos han estado allí experimentando una forma de maximizar el poder de nuestros Pokémon. El trabajo estuvo dando frutos, hasta que nuestro mejor científico, el capitán de la Escuadra Científica: Blaine, nos abandonó.- Mientras ponía otra vez el cigarrillo en su boca los demás rockets murmuraban acerca del presunto traidor. Al transcurrir unos minutos volvió a hablar dejando, al abrir la boca, el aire con un fuerte olor a tabaco.- Ahora la pregunta de ustedes pasó a ser “las preguntas”, pero sólo responderé la importante para la misión, en otras palabras, la importante para nosotros: Por la pérdida de Blaine, hemos estado estancados en nuestro plan de maximizar el poder de nuestros Pokémon de una forma rápida gracias a la ciencia y, por eso, estamos usando los recursos de nuestra organización para diversas búsquedas. Obviamente, estamos aquí en una de ellas. Necesitamos una Piedra Lunar, roca de la cual ya deben haber oído alguna vez en sus vidas, si no es así, les comento que hacen a los Pokémon más poderosos, según la leyenda. Éste podría ser un gran avance para la ciencia Rocket y para lograrlo nosotros, los miembros del escuadrón del capitán Koga, debemos dar lo máximo de nosotros. ¿¡Entendido!?

-¡Entendido!- Gritaron al unísono.

Luego de la explicación marcharon hacia la entrada del monte, tras la orden del conductor. Quedaban sólo él y cinco hombres en la entrada. Al pasar unos minutos una sombra que saltaba árbol tras árbol llegó a uno que se encontraba al frente del conductor y, ahí mismo, le tiró un objeto que al de la chaqueta no se le hizo difícil atajar estando de espaldas. Era un transmisor. Se dio vuelta y sonrió maliciosamente. La sombra habló.

-Debes dejar de fumar, teniente Ronak, se te están olvidando las cosas. Ahora que lo pienso ¿No lo ibas a dejar?

-Los vicios nunca se destruyen por completo.- Tiró el cigarrillo acabado.- ¿Y qué haces aquí? ¿Qué ocurrió con tu búsqueda?

-Sabes cómo son estas cosas de las búsquedas, no las encuentras por un tiempo y te desesperas… Quise darme un tiempo de descanso y aproveché a dar una visita al cuartel general, y así supe de la misión.- La sombra no pudo evitar una entonación frustrada tras promulgar esa última palabra, mientras que Ronak sonrió maliciosamente otra vez al decodificarla.

-Eres hábil disfrazándote físicamente, pero en lo que respecta a las emociones eres pésimo. Si Koga no te invitó es por el simple hecho de que ya estás en una misión, la cual se te fue otorgada por el mismo Giovanni.

-… Por cierto, se me ha olvidado mencionar algo. Te pasé el transmisor porque tienes un recado.- Dijo mientras se iba, saltando árbol tras árbol dejando atrás una risa.

Ronak quedó mirando a la sombra irse, mientras murmuraba palabras inteligibles, hasta que escuchó un ruido de su mano y recordó que tenía el transmisor funcionando. Se lo puso en el oído, temeroso.

-S…señ… Líder Giovanni… ¿Qué es lo que desea?- Dijo escogiendo cuidadosamente las palabras para “no meter la pata” de nuevo.

-Teniente Ronak, lo he estado esperando y usted sabe lo que pienso de ese tipo de acto.- Dijo fríamente la voz en el transmisor.- Sólo estaba llamando para saber cómo iba todo, la división de Koga ya está adentro. ¿Cómo va la de usted?- Dijo fríamente la voz desde el transmisor.

-Está adentro también, la división fue dirigida por el teniente Richard a pesar de que, en el fondo, la división se me fue encargada a mí… Por un extraño motivo el capitán Koga quiso que yo, mi compañero y otros dos dúos estemos al cuidado de la entrada… Esto no me gusta para nada, es como si esa parte de la misión no fuera mía.- Dijo irritado.

-Sea como sea, estás bajo el mando de Koga y lo tendrás que obedecer… Dejemos la charla y seguí vigilando.

-Entendido, Líder.

Ronak iba a encender otro cigarro, estaba frustrado y necesitaba fumar para mejorar su ánimo. En el momento en el que la llama tocaba la punta de la droga, su transmisor vibró avisándole de que tenía otro recado, era Richard.

-Llegamos al interior de la cueva, las coordenadas son A-5, sólo que todavía seguimos buscando la Piedra Lunar.- Dijo el anciano.

-Roger, continúen. Por cierto, si alguien se atreve a interferir: ¡Elimínenlo a toda costa!

-… Entendido. Cambio y fuera.- Cortó.

Ya adentro de la cueva, la división que pasó a manos de Richard se reunió en el nivel principal del monte, donde éste les dio la instrucción de cómo serán determinados los grupos. Eran cuatro filas, dentro de ellas habían tres grupos en cada una, teniendo cada uno de estos grupos como integrantes a sólo dos personas, dando un total de veinticuatro. Richard hacía parte de los veinticuatro rockets que estaban divido en grupos y su compañero era Sly, su discípulo de corta edad. Dos filas buscarían la anhelada roca y las otras dos filas protegerían la zona (sin saber el por qué su labor, es como si hubiera alguien a quien Koga temiera su llegada y, por ello, protege demasiado las entradas y rincones del Monte Luna).

Sly buscaba, pacientemente, en cada rincón posible e imposible del nivel en que lo encomendaron, en cuanto a Richard... el anciano estaba sentado en una roca con un pie “lastimado”.

-La Piedra Lunar no se encuentra en este rincón.- informó Sly, sucio y cansado por la búsqueda, labor que tenía que realizar sin la ayuda de su Pokémon como parte del entrenamiento.- ¿Cómo está su pierna?

-Todavía lastimada.- suspiró el anciano, intentando pararse hasta llegar a un punto en el que debía volver a sentarse por el dudoso dolor.

-Okay, entonces tendré que seguir buscando sin su ayu...- Cuando Sly iba a completar aquella última palabra, fue empujado al piso por Richard, quien lo cubría en el suelo para protegerlo de algo que, en esos momentos, era desconocido por Sly hasta que subió su cabeza y vio un zubat se estrellar.

-Si vino un zubat vendrán más. En estos momentos no pienso mandar a mis Pokémon a enfrentarse a zubats, mi gatling sobra.- Murmuraba para sus adentros, en cuanto sacaba un gatling de su terno negro, que tenía en la espalda el símbolo R en el medio.

Pasó un buen tiempo y el resto de los zubats aún no llegaban. Al parecer, no pensaban vengar a su noqueado compañero.

Por lo visto estos zubat no atacarán como de costumbre, o sea, no atacarán entre todos arrasando con lo que haya a su paso sin dejar ser vivo con sangre, reflexionó Richard, Si es que atacan, claro. El ataque de ese zubat a Sly fue poco usual. Voló hacia él como un proyectil hasta tal punto de no desviarse a tiempo y chocar con una pared, provocándose un auto-OHKO. Esto indica que no fue un ataque, si no que fue hacia nosotros por el impacto de algo que lo “mandó a volar”. Esto indica que…

-Hay alguien cerca de aquí, ¿Cierto?- Dijo Sly, viendo a su compañero extrañado por su rápida deducción.

-… Dudo que haya alguien.- Mintió.- Has flexiones hasta que vuelva, iré a revisar “por si las moscas”.

Mientras su compañero hacía el innecesario ejercicio, Richard revisaba qué había tras la cámara contigua. Al fisgonear en ella, otro Zubat voló a su dirección a una gran velocidad, siendo esquivada por poco. Revisando nuevamente comprobó que, en efecto, no era un ataque Zubat -al menos no hacia Sly y Richard-, sino que era un Rocket peleando con zubats.

-Teniente Richard, qué sorpresa verlo aquí.-

-Digo lo mismo, Niels…- dijo, sin ocultar la sorpresa que tenía por las habilidades de combate cuerpo a cuerpo que poseía Niels, siendo adversario inclusive para un gran grupo de zubats.- ¿Dónde está tu compañero?

-Fue a buscar en otra parte. Sé que tenemos que estar juntos, pero prefiero trabajar sólo.

-Tranquilo, que será nuestro secreto. Por cierto, de los zubats que lanzaste, uno fue hacia nosotros y casi acomete a Sly, mientras el último que lanzaste me pudo haber derribado.

-Un poco de ejercicio no hace mal, además, por alguna razón Koga quiere que guardemos los PP de nuestros Pokémon.

-Ni siquiera se disculpará…- balbuceó, hasta que notó que algo se acercaba rápidamente hacia su compañero.- Niels… Usa a Bohrio...

-¿Eh?, ¿Hay acaso otro zubat debilucho? No es necesario usar a Bohrio ante semejante….

-¡Ahuevonado, es un golbat!- Gritó, mientras veía a Niels voltearse y darle un golpe al golbat, que con facilidad inconmensurable, se zafó del ataque abriendo su boca grande, mordiendo el puño agresor.- Bohrio…- Insistió.

-Qué pesado…- Murmuraba Niels mientras sacaba algo de su polerón, era un Breaker 7. Niels sonrió maliciosamente y se lanzó hacia al captor (de su mano...), y apuntó la escopeta en su frente.- Trágate esto.- Murmuró, tirando del gatillo y perforando la frente del golbat, quien en sus últimos momentos de vida soltó su mano, que afectada por los colmillos del golbat, tenía la piel perforada, desprendiéndose sangre que caía en el suelo. Fluía al lado del cadáver del Golbat fusilado.- Y sin gastar PP.- voceó, con la mano empuñada con el dedo gordo levantado.

-Sigue sorprendiéndome el poder de esa arma… Y sobre tu mano... ¿Sabías que los colmillos de los golbats traen veneno?-

-… ¿Estás seguro? No siento nada...-

-El efecto es lento, hay que apresurarse.- insistía, sacando un antídoto de su mochila.- Esto te dolerá un poco.- Apretó el botón liberando el spray, y curó la herida.- Ahora me retiro, tengo a un compañero haciendo unos ejercicios desde antes que nos encontráramos.

-Compadezco al pobre muchacho.- Murmuró para sí, viendo a Richard irse.

Al llegar donde Sly, el anciano le ordenó que se detuviese y que siguiera buscando la preciada piedra.
Siguieron buscando, pero luego de transcurrir unas horas todavía no la hallaban. Luego de otra hora sin frutos, recibieron noticias de Koga. Habían encontrado una cámara con diversas piedras lunares tras seguir clefairies. Todos tenían que ir allí y extraer las piedras lunares.

En veinte minutos, todos los miembros de la pandilla Rocket presentes en la cueva se aglomeraron allí, extrayendo piedras lunares.

En medio del arduo trabajo, no pudieron sentir pasos aproximándose. Había un chico caminando hacia atrás con un pikachu en su espalda y la líder de Gimnasio de ciudad Celeste: Misty. El chico se impactó con el rhyhorn que usaba Koga para extraer las valiosas rocas.

-¡¿Qué demonios hace una enorme piedra en medio del camino?!- Gritó.

-Rojo… esa no es…- Dijo Misty, viendo cómo su compañero se daba cuenta sólo.

-Miren esto, un pequeño explorador y su amiguita andan curioseando por la cueva.- Se burlaba Koga. Todos miraban a los inesperados visitantes, pensando si eran ellos dos quienes Koga temía su llegada, pensamiento que pronto se disipó de sus mentes por la tranquilidad de su capitán.

-¡Ustedes son de la pandilla Rocket!- Red parecía furioso.

-Parece que nos conoces, pero yo a ti nunca te había visto antes.- Sonrió maliciosamente Koga, luego su expresión cambió de arrogancia a consternación.- ¿Quiénes son ustedes?

-Si quieres saberlo, primero derrótanos en combate. Pika, ¡Ve enfrente!- El ratón amarillo de su espalda saltó hacia el suelo.

-¡Rhyhorn! ¡Deslice de Rocas!- Gritó Koga, quien de desapoyó del rhyhorn para que pudiera chocar con la pared. De ella se desprendieron rocas que cayeron hacia el pikachu, impactándolo. Cerró los ojos, ese era el fin del pikachu, al menos eso creyó, puesto a que Rojo usó un ítem que sirve para devolver las energías al Pokémon caído, recuperando a Pika, quien no se tardó en atacar con Impactrueno, con cero resultados.

-Hmmm… Esto me trae recuerdos de cuando era niño.- Murmuraba Koga, luego habló más fuerte.- Es hora de que mi rhyhorn reciba su aperitivo para crecer.- Extrajo de su bolsillo una jeringa y al incrustarla en rhyhorn gritó.- ¡¡¡Destrúyelos!!

Para el asombro de todos, rhyhorn comenzó a evolucionar. Apareció un cuerno en su frente, sus patas traseras tomaban continuamente más robustez, para así tener la fuerza suficiente para resistir su propio peso. Sus patas delanteras se convirtieron en brazos.

-¡Transformó al rhyhorn en un rhydon!- exclamó Rojo.

-Mi… gyarados… ¿Acaso también le inyectaron esa porquería?- inquirió asustada Misty.

-¿Cómo esperas que lo sepa? ¿Acaso crees que vamos a recordar a todos los Pokémon con los que hacemos experimentos?- Contestó Koga. Misty estaba furiosa.

-¡¡¡Ataca, Staryu!!! ¡¡¡Chorro de Agua!!!- La estrella de mar atacó con la gema de su centro, liberando de ésta un chorro de agua que debilitaba al rhydon poco a poco, en vez de lanzar un solo disparo. Por lo visto, no se trataba de una pelea oficial donde hay reglas, aquí se ataca con todo.- ¡Funciona! Vamos a ganar.

-¿Están seguros?- Preguntó Koga. Todos cambiaron su mirada al rhydon. Su cuerno comenzó a girar, devolviendo el disparo constante de agua hacia sus agresores en forma de remolino. Misty se impactó con la muralla por el remolino, dejando a Rojo furioso.

Rojo mandó a su pikachu a atacar, pero fue aplastado por el rhydon, quien usó otra vez Deslice de Rocas, esta vez usando su cuerno para destruir una roca grande, cuyos pedazos chocaban con Red.

-¡Ahora, Pika!- Gritó, mientras el ratón amarillo atacaba con su electricidad a toda potencia, todavía aplastado por la pata del rhydon. Logró liberarse debido al empuje que había podido provocar al rinoceronte pedroso. Luego el pikachu cambió de objetivo, apuntando hacia el techo.

-Deberías saber que los ataques eléctricos no afectan a los Pokémon de tierra.- burló Koga, riendo maliciosamente, hasta que escuchó un ruido. Miró hacia arriba y vio el techo siendo derrumbando, una piedra gigante cayendo como efecto. Ese derrumbe bloqueaba el paso, impidiéndoles continuar el combate. Al parecer también cayó por encima de gran parte del piso donde habían piedras lunares.- Nos tendremos que conformar con las que ya tenemos.

-¿Por qué no abrimos camino hacia las demás?- Preguntó Niels.

-Eso haremos, pero el problema consiste en que ya se rompieron con el derrumbe. ¡Ahora todos vuelvan a sus respectivos camiones!

Abrieron camino por la gigantesca piedra -rota por el rhydon- hasta llegar a la salida por donde salieron sus antiguos oponentes. Esa salida era por donde entró la división de Koga, mientras que la de Ronak estaba en el otro extremo del monte.

-Llamaré a Ronak.- murmuró Richard, buscando la aprobación de Koga.- Ronak, ¿estás ahí?- No hubo respuesta.

-Ri...chard ¿Eres tú?- Contestó al fin.

-En efecto ¿Qué es lo que ocurre? Tu voz se escucha algo grave.

-Ahora entien…do lo que el Capitán Koga temía…-

-… ¿? ¿Qué es lo que temía?- Preguntó desesperadamente.

TO BE CONTINUED…

Oráculo de Cristal

Capítulo XX: El Bosque de la Ruina

Ya habíamos cruzado la Cordillera Ace. Mirando hacia atrás, noté que el temible Paso del Ediolón se veía distante. Pero el Bosque de la Ruina, el primero de los tres bosques hasta llegar al Santuario Boscoso, ya se podía divisar.

-Creo que es aquí.- Comenté sorprendido. Luego de lo del Edilión me sentía más confiado.

Sven tan sólo oía, sin musitar palabra alguna. Frío... Una brisa refrescante sería útil en un día caluroso, pero a más de diez kilómetros de altura no había una simple brisa, más bien había una ventisca. Temblaba, mis dientes castañeaban. Sven caminaba tranquilamente...

Esperando que el mapa valiese lo que nos costó conseguirlo, noté que el Bosque de la Ruina tenía una mecánica bien simple. No nos deberíamos tardar más de media hora en atravesarlo y descansar a orillas del Lago de la Vasija.

-No hay que confiarse, amo. No lo llamarían “Bosque de la Ruina” si fuese pan comido.

Ya internados unos metros dentro del bosque, vimos un cartel que decía “Bienvenidos al Bosque de la Ruina” y una calavera dibujada por debajo... tragué saliva. Al comienzo el bosque no parecía ser fuera de lo común, pero luego de recorrer unos diez minutos a pié, percibimos que la vegetación se extendía; inclusive nos llegaba hasta las rodillas. La mano de Sven tocaba la funda de su espada desde que la flora los tobillos nos cubría.

Adentrándonos unos kilómetros más, la vegetación se hacía más espesa. No parecía que la flora ascendiese, más bien parecía que nosotros descendíamos. Ninguno hablaba, temiendo despertar algún ser oculto en la maleza. Sven miraba por todas partes, cauteloso, mientras yo intentaba seguir el mapa. Cuando dejé de verlo y giré hacia Sven, noté que el huevón se había desvanecido.

No creo que me haya dejado tirado, pensé, No es para nada lógico... El bosque se vé diferente, la maleza me cubre hasta los zapatos y ese bastardo de Sven no está por ningún lado. Estuve pensando acerca de ello, cuando escuché un ruido en lo alto de un árbol. Había una serpiente que aparentaba estar hecha de raíces; su boca asemejaba una lanza... ¡Y se dirigía hacia mí! Esquivé lo más rápido que pude, rodando en el piso. Arrodillado, observé en primera fila cómo la serpiente se enderezaba para atacar nuevamente. Supuse que estaba sujeta de algo, pues atacó como estampida sin caer del árbol. Limpiándome la cara cubierta de pasto, decidí pasar a la ofensiva. Conjuré un hechizo, mientras la serpiente se terminaba de enderezar, y cuando se dispuso a nuevamente atacar, ya había acabado el conjuro, lanzando -astuto- un Rayo de Hielo que pareció congelar a la serpiente, y trizarla posteriormente. Cuando la revisé noté que, ciertamente, estaba hecha de raíces.

Todavía no recuperaba el aliento cuando oí otro ruido desde las alturas. Para mi sorpresa, no sólo se presentó una serpiente, si no más bien tres de ellas que se disponían a atacarme con agresividad. No lo tuve que pensar dos veces, huí, mientras maldecía a Sven en mis pensamientos. Había seguido en línea recta, pero por algún motivo, volví al mismo lugar donde había congelado a la primera, logrando ver el “cadáver” congelado y resquebrajado. No era una serpiente, más bien eran las raíces de un árbol vivo. Era extraño, ya que esas raíces brotaron de la cima de un roble, no por debajo. No podía seguir detenido, las Serpientes Raíz decidieron volver a actuar.

-¡Sven!

Sven se hallaba en una situación peor. Ambos brazos atados por una raíz, que hacían lo posible para partirlo en dos, luchando contra su oposición. Su espada seguía en su cintura, lo
habían atrapado desprevenido, mientras a su amo perseguía.

-Si tan sólo pudiera alcanzarla...

… Pero no podía. Decidió balancearse, lo que fue tomado por las ráices como una provocación, y le “ayudaron” en su juego de columpios, impactándolo en un roble con intención.

-...- Sven, mientras era aporreado por raíces, observaba a su espada desprenderse de su funda a paso constante, y queriendo acelerar el proceso seguía él mismo balancéandose , aunque eso significase chocar con más fuerzas.- ¡Salió!

La Necrobanisher fue sacada por la fuerza de su morada, impulsada hacia arriba con desesperación. Sven se hallaba en un punto crítico, necesitaba coger su espada pronto, de lo contrario era cuestión de tiempo para que las raíces lo mutilasen. La espada caía, caía, caía, y él, aunque sub la espada, estaba lejos de ella. Ahora, en lugar de tombolearse adelante-atrás, decidió hacerlo en dirección derecha-izquierda, lo que siempre provocaba que el lado contrario lo impulsara hacia sí con fuerzas. Aunque fuera de sus planes, en lugar de que la parte trasera cayese en su mano, el filo cayó en la raíz, librándose de ella su brazo izquierdo -y el lado izquierdo de su cuerpo-. Otra raíz decidió tomar el lugar de su caída compañera. Viendo eso, Sven se estiró lo más ancho que pudo, logrando coger su espada, que ahora en su mano, cortó tanto a la raíz que sujetaba a su portador como a la raíz que estaba a punto de sujetarlo.

Sven jadeaba... Pero otra horda de Serpientes Raíz apareció, en estampida hacia él.

Lo que es yo, había logrado deshacerme de unas cuantas, pero cada vez aparecían más... Por cada una que inutilizase, brotaban dos, y por cada cinco que quebrase, brotaban diez... Necesitaba encontrar a Sven pronto, ¡Pero no lo podía hacer si cada vez reaparecía en el mismo lugar! Es raro... ¿Por qué cresta llego al mismo lugar?, lloré, Me encuentro este puto árbol a cada rato. Mientras lo pateaba, sentí que mi mente se iluminaba: era sólo UN árbol. No sé si había llegado a esa conclusión por el cansancio o por la desesperación, pero estaba a un paso de cometer un gravísimo error.

En cuanto eso, Sven, cansado de cortar raíz y raíz en vano, se dejó atrapar por una. Mientras atravesaba los follajes como si estuviese atravesando la última capa del agua de un estanque, ocurrió un hecho insólito. Apenas su cabeza atravesó los follajes ya no se encontraba en un bosque, si no más bien en una cueva.

Una gota de saliva cae sobre su ombro.
Sven se voltea.
Una boca se abre en el techo de la cueva, mostrando afilados dientes.

Sven, incauto, -cara a cara con esos dientes- enterró su espada en aquella boca rara. Como la raíz parecía tambalearse, Sven aprovechó el momento para cortarle y huir, mientras más raíces continuaban apareciendo del techo zigzagueando en el aire hacia él. La boca escupía un líquido negrizco. Sven las esquivó, y entre tanto las serpientes se recuperaban de su impacto, notó que yo estaba llegando. Estaba dormido, siendo llevado por una raíz, a aquella boca que por poco lo había devorado a él. (Sep, el árbol terminó siendo un señuelo... Cuando le lancé un rayo, un somnífero me durmió y una raíz me llevó hacia mi hipotético fin.)

Con alivio porque la ayuda apareció, Sven cortó la raíz que me sujetaba, dejándome caer al suelo para que despertase... Ya fuera de los brazos de morfeo, ví a las raíces, a Sven y la boca con las raíces brotando a su alrededor... Rasqué mi cabeza. No podía entender lo que ocurría, exceptuando que el origen de esas raíces raras estaba allí, al frente mío, y que por lo menos ya no tenía que enfrentarlas a sólas. Sven me miró, y luego miró al árbol con un gesto. Preparando un hechizo, afirmé moviendo la cabeza y luego ojié a las raíces ya no tambaleadas que se preparaban para su asalto. Sven cortó dos en un impulso, mientras yo congelaba las restantes. La boca se dispuso en una morfología que denotaba enojo, babeando un líquido rojizo que quemaba el suelo en cuanto lo tocaba (la baba que tocó a Sven con anterioridad era de un color azul cristalino). Del techo comenzaron a brotar más raíces, esta vez anchas y espinosas. Sven las detuvo cuanto pudo, bloqueándolas y entorpeciendo su paso, en cuanto yo conjuraba un hechizo mejor. Las Serpientes Raíz-Espinosa lograron pasar por Sven, quien luego de retroceder unos pasos como reacción, se quedó quieto viéndome decir las palabras finales del conjuro, para así lanzar una ventisca que congeló tanto a la boca como a las raíces; entonces, Sven enterró su espada en ella. Habíamos acabado con nuestro enemigo, pero todavía no entendíamos... ¿¡Cómo diantres habíamos terminado en una cueva!?
Tras transcurrir un rato, logramos salir de esa cueva y volver nuevamente a aquel bosque, un bosque sin aquella maleza espesa. Al parecer, esa cueva estaba oculta en un follaje “inducido” por las alucinaciones de un gas y terminamos entrando en ella, luego fuimos engañados por más gases salidos de una boca. Suspiro.

-Esa boca de la que habla, amo, se llama Geatalas. Son poco comunes, pero muy difíciles de predecir. No esperaba que nos topásemos con una, y menos en un bosque.

¿Quieres decir que la podemos encontrar en cualquier otra parte?, pensé, sudando.

-Dejando de un lado aquello, ¿No crees que es mejor salir de este bosque rápido? Ya me cansé, y tan sólo nos hemos encontrado a una criatura. Quién sabe si hay incluso otro Geatalas.- Sugerí, mirando a los cuatro vientos, curiosamente buscando más acción.

Según el mapa, nos faltaba subir por una pequeña elevadura. Al parecer, la cueva en la que casi fuimos comidos estaba por debajo de ella. Ya sobre la elevadura, nos topamos con más maleza, pero esta vez no pensábamos caer de nuevo en la misma trampa. Nos cubrimos desde la boca a la nariz con un pañuelo, y en unos segundos ya no la veíamos. La Geatalas se escondía en la zona baja de la Montaña Helada, al este del Bosque de la Ruina. Sven la aniquiló. Nos faltaban cuarenta kilómetros para salir del Bosque de la Ruina.

-¡Qué suerte que sólo nos topáramos con Geatalass!

-No es necesario cargar la “s”, amo.

Una flecha impactó al árbol contiguo a mi. Sven levantó su espada unos pocos centímetros de su funda. Una criatura verde y maciza de dos metros se mostraba abiertamente ante nosotros, con una máscara sobre su rostro. No había que ser un genio para saber que era un Orco.

-¿Un Orco por estas tierras? Debe ser un mero viajante.

-Según recuerdo, viajan en grupo. Hay que ser precabidos.- alerté. Pero había algo que me alarmaba todavía más. ¿Por qué Orcos emigrarían hacia un territorio élfico?, ¿Qué traman?

El Orco, sin importarle ser visto, preparaba otra flecha. Nos tiramos al piso viendo cómo la flecha era disparada e impactada en un árbol.

-¿Qué le ocurre?- Preguntó Sven.- Todo ésto es extraño.

Un aullido tronante resonó por todo el bosque.
Un “Auuu” llegaba a nuestros oídos y hacía nuestros corazones vibrar.
El Orco, tembloroso, soltó su arco. Miró hacia atrás.
Un Licántropo dos veces su tamaño apareció de la nada, sus ojos brillando con un color rojizo.
Bajó su garra extendida.
El Orco, moribundo, cayó al piso.
Un trueno fulminante acertó al licán.

-Amo, ¿Qué hace?- Preguntó Sven, alarmado.

-D-Disculpa. Quizás fueron los nervios.- Contesté, temblando. No creo que hayan sido realmente los nervios los que me surruraron acometer tal estupidez, y al parecer Sven intuyó lo mismo. ¿Quizás haya sentido compasión hacia el Orco?. Daba igual, el punto es que teníamos a un Licán, de una estatura superior a los tres metros de altura, que nos miraba con dos ojos de un rojo irradiante; dos ojos que irradiaban su furia.