miércoles, 4 de agosto de 2010

Oráculo de Cristal

Capítulo XX: El Bosque de la Ruina

Ya habíamos cruzado la Cordillera Ace. Mirando hacia atrás, noté que el temible Paso del Ediolón se veía distante. Pero el Bosque de la Ruina, el primero de los tres bosques hasta llegar al Santuario Boscoso, ya se podía divisar.

-Creo que es aquí.- Comenté sorprendido. Luego de lo del Edilión me sentía más confiado.

Sven tan sólo oía, sin musitar palabra alguna. Frío... Una brisa refrescante sería útil en un día caluroso, pero a más de diez kilómetros de altura no había una simple brisa, más bien había una ventisca. Temblaba, mis dientes castañeaban. Sven caminaba tranquilamente...

Esperando que el mapa valiese lo que nos costó conseguirlo, noté que el Bosque de la Ruina tenía una mecánica bien simple. No nos deberíamos tardar más de media hora en atravesarlo y descansar a orillas del Lago de la Vasija.

-No hay que confiarse, amo. No lo llamarían “Bosque de la Ruina” si fuese pan comido.

Ya internados unos metros dentro del bosque, vimos un cartel que decía “Bienvenidos al Bosque de la Ruina” y una calavera dibujada por debajo... tragué saliva. Al comienzo el bosque no parecía ser fuera de lo común, pero luego de recorrer unos diez minutos a pié, percibimos que la vegetación se extendía; inclusive nos llegaba hasta las rodillas. La mano de Sven tocaba la funda de su espada desde que la flora los tobillos nos cubría.

Adentrándonos unos kilómetros más, la vegetación se hacía más espesa. No parecía que la flora ascendiese, más bien parecía que nosotros descendíamos. Ninguno hablaba, temiendo despertar algún ser oculto en la maleza. Sven miraba por todas partes, cauteloso, mientras yo intentaba seguir el mapa. Cuando dejé de verlo y giré hacia Sven, noté que el huevón se había desvanecido.

No creo que me haya dejado tirado, pensé, No es para nada lógico... El bosque se vé diferente, la maleza me cubre hasta los zapatos y ese bastardo de Sven no está por ningún lado. Estuve pensando acerca de ello, cuando escuché un ruido en lo alto de un árbol. Había una serpiente que aparentaba estar hecha de raíces; su boca asemejaba una lanza... ¡Y se dirigía hacia mí! Esquivé lo más rápido que pude, rodando en el piso. Arrodillado, observé en primera fila cómo la serpiente se enderezaba para atacar nuevamente. Supuse que estaba sujeta de algo, pues atacó como estampida sin caer del árbol. Limpiándome la cara cubierta de pasto, decidí pasar a la ofensiva. Conjuré un hechizo, mientras la serpiente se terminaba de enderezar, y cuando se dispuso a nuevamente atacar, ya había acabado el conjuro, lanzando -astuto- un Rayo de Hielo que pareció congelar a la serpiente, y trizarla posteriormente. Cuando la revisé noté que, ciertamente, estaba hecha de raíces.

Todavía no recuperaba el aliento cuando oí otro ruido desde las alturas. Para mi sorpresa, no sólo se presentó una serpiente, si no más bien tres de ellas que se disponían a atacarme con agresividad. No lo tuve que pensar dos veces, huí, mientras maldecía a Sven en mis pensamientos. Había seguido en línea recta, pero por algún motivo, volví al mismo lugar donde había congelado a la primera, logrando ver el “cadáver” congelado y resquebrajado. No era una serpiente, más bien eran las raíces de un árbol vivo. Era extraño, ya que esas raíces brotaron de la cima de un roble, no por debajo. No podía seguir detenido, las Serpientes Raíz decidieron volver a actuar.

-¡Sven!

Sven se hallaba en una situación peor. Ambos brazos atados por una raíz, que hacían lo posible para partirlo en dos, luchando contra su oposición. Su espada seguía en su cintura, lo
habían atrapado desprevenido, mientras a su amo perseguía.

-Si tan sólo pudiera alcanzarla...

… Pero no podía. Decidió balancearse, lo que fue tomado por las ráices como una provocación, y le “ayudaron” en su juego de columpios, impactándolo en un roble con intención.

-...- Sven, mientras era aporreado por raíces, observaba a su espada desprenderse de su funda a paso constante, y queriendo acelerar el proceso seguía él mismo balancéandose , aunque eso significase chocar con más fuerzas.- ¡Salió!

La Necrobanisher fue sacada por la fuerza de su morada, impulsada hacia arriba con desesperación. Sven se hallaba en un punto crítico, necesitaba coger su espada pronto, de lo contrario era cuestión de tiempo para que las raíces lo mutilasen. La espada caía, caía, caía, y él, aunque sub la espada, estaba lejos de ella. Ahora, en lugar de tombolearse adelante-atrás, decidió hacerlo en dirección derecha-izquierda, lo que siempre provocaba que el lado contrario lo impulsara hacia sí con fuerzas. Aunque fuera de sus planes, en lugar de que la parte trasera cayese en su mano, el filo cayó en la raíz, librándose de ella su brazo izquierdo -y el lado izquierdo de su cuerpo-. Otra raíz decidió tomar el lugar de su caída compañera. Viendo eso, Sven se estiró lo más ancho que pudo, logrando coger su espada, que ahora en su mano, cortó tanto a la raíz que sujetaba a su portador como a la raíz que estaba a punto de sujetarlo.

Sven jadeaba... Pero otra horda de Serpientes Raíz apareció, en estampida hacia él.

Lo que es yo, había logrado deshacerme de unas cuantas, pero cada vez aparecían más... Por cada una que inutilizase, brotaban dos, y por cada cinco que quebrase, brotaban diez... Necesitaba encontrar a Sven pronto, ¡Pero no lo podía hacer si cada vez reaparecía en el mismo lugar! Es raro... ¿Por qué cresta llego al mismo lugar?, lloré, Me encuentro este puto árbol a cada rato. Mientras lo pateaba, sentí que mi mente se iluminaba: era sólo UN árbol. No sé si había llegado a esa conclusión por el cansancio o por la desesperación, pero estaba a un paso de cometer un gravísimo error.

En cuanto eso, Sven, cansado de cortar raíz y raíz en vano, se dejó atrapar por una. Mientras atravesaba los follajes como si estuviese atravesando la última capa del agua de un estanque, ocurrió un hecho insólito. Apenas su cabeza atravesó los follajes ya no se encontraba en un bosque, si no más bien en una cueva.

Una gota de saliva cae sobre su ombro.
Sven se voltea.
Una boca se abre en el techo de la cueva, mostrando afilados dientes.

Sven, incauto, -cara a cara con esos dientes- enterró su espada en aquella boca rara. Como la raíz parecía tambalearse, Sven aprovechó el momento para cortarle y huir, mientras más raíces continuaban apareciendo del techo zigzagueando en el aire hacia él. La boca escupía un líquido negrizco. Sven las esquivó, y entre tanto las serpientes se recuperaban de su impacto, notó que yo estaba llegando. Estaba dormido, siendo llevado por una raíz, a aquella boca que por poco lo había devorado a él. (Sep, el árbol terminó siendo un señuelo... Cuando le lancé un rayo, un somnífero me durmió y una raíz me llevó hacia mi hipotético fin.)

Con alivio porque la ayuda apareció, Sven cortó la raíz que me sujetaba, dejándome caer al suelo para que despertase... Ya fuera de los brazos de morfeo, ví a las raíces, a Sven y la boca con las raíces brotando a su alrededor... Rasqué mi cabeza. No podía entender lo que ocurría, exceptuando que el origen de esas raíces raras estaba allí, al frente mío, y que por lo menos ya no tenía que enfrentarlas a sólas. Sven me miró, y luego miró al árbol con un gesto. Preparando un hechizo, afirmé moviendo la cabeza y luego ojié a las raíces ya no tambaleadas que se preparaban para su asalto. Sven cortó dos en un impulso, mientras yo congelaba las restantes. La boca se dispuso en una morfología que denotaba enojo, babeando un líquido rojizo que quemaba el suelo en cuanto lo tocaba (la baba que tocó a Sven con anterioridad era de un color azul cristalino). Del techo comenzaron a brotar más raíces, esta vez anchas y espinosas. Sven las detuvo cuanto pudo, bloqueándolas y entorpeciendo su paso, en cuanto yo conjuraba un hechizo mejor. Las Serpientes Raíz-Espinosa lograron pasar por Sven, quien luego de retroceder unos pasos como reacción, se quedó quieto viéndome decir las palabras finales del conjuro, para así lanzar una ventisca que congeló tanto a la boca como a las raíces; entonces, Sven enterró su espada en ella. Habíamos acabado con nuestro enemigo, pero todavía no entendíamos... ¿¡Cómo diantres habíamos terminado en una cueva!?
Tras transcurrir un rato, logramos salir de esa cueva y volver nuevamente a aquel bosque, un bosque sin aquella maleza espesa. Al parecer, esa cueva estaba oculta en un follaje “inducido” por las alucinaciones de un gas y terminamos entrando en ella, luego fuimos engañados por más gases salidos de una boca. Suspiro.

-Esa boca de la que habla, amo, se llama Geatalas. Son poco comunes, pero muy difíciles de predecir. No esperaba que nos topásemos con una, y menos en un bosque.

¿Quieres decir que la podemos encontrar en cualquier otra parte?, pensé, sudando.

-Dejando de un lado aquello, ¿No crees que es mejor salir de este bosque rápido? Ya me cansé, y tan sólo nos hemos encontrado a una criatura. Quién sabe si hay incluso otro Geatalas.- Sugerí, mirando a los cuatro vientos, curiosamente buscando más acción.

Según el mapa, nos faltaba subir por una pequeña elevadura. Al parecer, la cueva en la que casi fuimos comidos estaba por debajo de ella. Ya sobre la elevadura, nos topamos con más maleza, pero esta vez no pensábamos caer de nuevo en la misma trampa. Nos cubrimos desde la boca a la nariz con un pañuelo, y en unos segundos ya no la veíamos. La Geatalas se escondía en la zona baja de la Montaña Helada, al este del Bosque de la Ruina. Sven la aniquiló. Nos faltaban cuarenta kilómetros para salir del Bosque de la Ruina.

-¡Qué suerte que sólo nos topáramos con Geatalass!

-No es necesario cargar la “s”, amo.

Una flecha impactó al árbol contiguo a mi. Sven levantó su espada unos pocos centímetros de su funda. Una criatura verde y maciza de dos metros se mostraba abiertamente ante nosotros, con una máscara sobre su rostro. No había que ser un genio para saber que era un Orco.

-¿Un Orco por estas tierras? Debe ser un mero viajante.

-Según recuerdo, viajan en grupo. Hay que ser precabidos.- alerté. Pero había algo que me alarmaba todavía más. ¿Por qué Orcos emigrarían hacia un territorio élfico?, ¿Qué traman?

El Orco, sin importarle ser visto, preparaba otra flecha. Nos tiramos al piso viendo cómo la flecha era disparada e impactada en un árbol.

-¿Qué le ocurre?- Preguntó Sven.- Todo ésto es extraño.

Un aullido tronante resonó por todo el bosque.
Un “Auuu” llegaba a nuestros oídos y hacía nuestros corazones vibrar.
El Orco, tembloroso, soltó su arco. Miró hacia atrás.
Un Licántropo dos veces su tamaño apareció de la nada, sus ojos brillando con un color rojizo.
Bajó su garra extendida.
El Orco, moribundo, cayó al piso.
Un trueno fulminante acertó al licán.

-Amo, ¿Qué hace?- Preguntó Sven, alarmado.

-D-Disculpa. Quizás fueron los nervios.- Contesté, temblando. No creo que hayan sido realmente los nervios los que me surruraron acometer tal estupidez, y al parecer Sven intuyó lo mismo. ¿Quizás haya sentido compasión hacia el Orco?. Daba igual, el punto es que teníamos a un Licán, de una estatura superior a los tres metros de altura, que nos miraba con dos ojos de un rojo irradiante; dos ojos que irradiaban su furia.

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